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Era un 14 de agosto de 1968, miércoles a las doce en Valdelavilla. En el ayuntamiento junto a la casa del maestro y cerca de la escuela. Allí se encontraban reunidos los propietarios, en silencio y con la mirada perdida.
Era la culminación de un proceso, junto a otros procesos similares, en las Tierras Altas sorianas. Por Decreto 3251/1967 los dueños afectados por la declaración a efectos de repoblación quedan obligados a repoblar las fincas de su propiedad, de acuerdo con los planes que apruebe el Patrimonio Forestal del Estado y con sujeción a las condiciones técnicas que el mismo determine. En julio del año siguiente al no haber éstos manifestado su deseo de efectuar la repoblación bajo ninguna de las fórmulas ofrecidas, se hace preciso acudir al procedimiento de expropiación forzosa.
Y llegó el día de la víspera de la Virgen. Se va a proceder al levantamiento de las oportunas actas previas a la ocupación. Firmas sobre papeles oficiales, a cambio de unos duros.
Era un 14 de agosto de 1968, la víspera de la Virgen. El olor a rosquillos hechos con amor. Un pollo de corral guisado con cariño. El calor del horno mientras se hacen hogazas, bollos preñados y tortas de chichorras. Los adornos colocados en el ramo, y el “cesto” engalanado. Gritos infantiles y una alegría contagiosa.
El día 15 son las fiestas patronales, la devoción a su Virgen de la Antigua. El “mayordomo” -un mozo- cumpliendo un antiguo rito va a casa de -una moza- la “la móndida”. Unas pastas, rosquillos y moscatel le esperan. Ya están los protagonistas principales. Ya puede comenzar la procesión por todas las calles del pueblo. Se escuchan sonidos de la Salve Regina. La Virgen de la Antigua en sus andas la encabeza, banzos sobre los hombros, subastados. Detrás el ramo, con pañuelos vistosos al aire, llevado por el mayordomo. Le sigue la “móndida” con el “cesto” apoyado en la cabeza, engalanado con bellas cintas de colores. ¡Móndidas en los pueblos de la Tierra y Villa de San Pedro Manrique! El cura, los fieles y la música. Misa. Baile en la plaza y sonidos de dulzaina. Vecinos y visitantes en armonía disfrutando.
Este año. Este año no es año de celebración.
Las decisiones ya habían sido tomadas, las únicas posibles. Sentado en el poyo de piedra, las manos rugosas, seguía meditando. Murmuraba en voz baja. La garrota, el sudor frío, las lágrimas y los recuerdos.
Solo quedarían las casas, las eras, los huertos y su dehesa boyal. Sí, solo quedaba cerrar puertas y ventanas. El silencio se apoderó de las calles: Costanilla, La Fuente, Horno, Medio, Piñuela, y en su calle Real. Era 14 de agosto del año 1968. 
Allí quedaron las viviendas, la escuela, su iglesia y el cementerio, el horno de pan cocer, el abrevadero y su lavadero, el ayuntamiento y la casa del maestro, y las dos granjas avícolas de la esperanza frustrada. Llegó la diáspora, ríos que conducen a Pamplona, Logroño, Soria, Zaragoza o a San Fernando en Cádiz. El silencio se apoderó del pueblo.
Valdelavilla quedó deshabitada.
Con el trascurrir del tiempo la naturaleza hace su trabajo. Va recuperando el terreno, reconquistando lo que una vez fue suyo. La mayoría de las casas van cayendo en la ruina, heridas de muerte con piedras en equilibrio. Pueblo abandonado en el que zarzas y espinos lo van colonizando. Mientras en los huertos como testigos del pasado, resisten guindos, pomares, manzanos y nogales.
Llegó el año de 1972 y por Decreto 650/1972 de 9 de marzo Matasejún y su anexo Valdelavilla, junto a otros pueblos, son anexionados a San Pedro Manrique. El motivo es la despoblación y el carecer de recursos para mantener servicios mínimos obligatorios. 
El tiempo, el tiempo pasa y los recuerdos vuelven. Rutas por la sierra en compañía de un buen amigo. Él deshaciendo el camino, que los suyos hicieron al partir. Una vuelta a la infancia, a sus raíces. Camino que otros también hicieron, añoranza y nostalgia. Recuerdos de buitres, posados sobre las carrascas, esperando la carroña. Un olor intenso en el muladar, en las barranqueras comunales.
Llegaron los primeros años de la década de los noventa del siglo que ya hemos dejado. Una iniciativa, una idea y un deseo. Un proyecto, junto al cercano El Vallejo, seleccionado y apoyado por el ayuntamiento de San Pedro Manrique del que depende. Recuperar todo el pueblo para destinarlo al turismo rural. Un futuro para Valdelavilla, se abre en el horizonte.
Distintas sensibilidades y todas ellas legítimas. Llegó la generosidad, la cesión sin justiprecio expropiatorio. Una condición, recuperar la escuela para Centro Social de los antiguos moradores. 
Llegó la reconstrucción.
La rehabilitación de las casas respetando la arquitectura serrana exterior, piedra, bella piedra. Calles también de piedra, plaza y eras recuperadas. Decoración esmerada y con comodidades interiores. Doce casas en alquiler, salón de reuniones, cafetería y restaurante.

La inauguración fue en agosto de 1998, otra vez agosto. Un renacer. El reflejo del esfuerzo que dio sus frutos. Una oportunidad de dinamizar esta zona tan deprimida. Turismo, paisaje y medio ambiente.
Los primeros huéspedes. Alojamiento para familias, personas, celebraciones y reuniones de empresa. Una experiencia diferente, naturaleza y tranquilidad. Salidas familiares, para desconectar por unos días y disfrutar. Todo un pueblo para un turismo rural.
La inauguración oficial. Una placa lo recuerda: “EL EXCMO. SR. D. TOMAS VILLANUEVA RODRIGUEZ CONSEJERO DE INDUSTRIA y TURISMO DE LA JUNTA DE CASTILLA y LEÓN. INAUGURÓ EL DÍA DIECIOCHO DE NOVIEMBRE DE 1998 ESTE COMPLEJO DE TURISMO RURAL DE VALDELAVILLA”.
Recuerdos en la pradera del complejo turístico. El “sí quiero” de bodas diferentes. Proyectos de vida e ilusión junto al estanque.     
Solo se escuchan palabras en inglés, en estas tierras castellanas. Globalización, profesores y alumnos allí conviven. Inmersión lingüística. ‘’I love Valdelavilla, Valdelavilla is my village’’, Valdelavilla convertido en un pueblo inglés.
“El pueblo” la serie de comedia creada por Alberto Caballero junto a Nando Abad y Julián Sastre para Telecinco, producida por Contubernio Films, se ha rodado aquí. Todo un pueblo alquilado y convertido en plató de rodaje. Una realidad, Valdelavilla que se trasforma en un pueblo de ficción con nombre de “Peñafría”.
Cuando paséis por él, cuando tratéis de localizar las casas de los personajes de la serie me gustaría que valorarais lo que os acabo de contar. Y la iglesia que aparece en Peñafría, no la busquéis en Valdelavilla. 
La de Valdelavilla era de planta rectangular y espadaña para una campana. Está caída, solo veréis ruinas. Es un bien urbano que aparece catastrado. Un bien religioso con compromiso de restauración, que se llevó el viento. Quizás alguien que lea esto muestre interés o alguien con capacidad de decisión pueda y quiera recuperarla.
Una asociación de Antiguos Moradores (ADAMOV) mantiene vivo el recuerdo y la memoria. El pasado y el presente se funden. Su centro social, un lugar de encuentro, en las escuelas restauradas.
Era el 15 de agosto de 1999, treinta años habían pasado, y la fiesta del pueblo se celebra nuevamente. Este año sí, y los próximos también.
Día de reencuentros y esperanzas. Recuerdos e imágenes y tal vez pena del alma. Cierra los ojos amigo. Escucha las conversaciones. Han pasado treinta años y allí están los últimos que habitaron el pueblo. Jamás pensaron que volverían a vivir sus fiestas, lo abandonaron con un futuro incierto. Y allí están. Frases cortas, la emoción les embriaga, palabras con el corazón. Allí están amigo los que entonces eran pequeños, sangre de la sangre. Recuerdos borrosos que a la memoria ahora afloran nítidos. En silencio observan, ven la ilusión de sus mayores. Allí están amigo la tercera generación, la del futuro, la que observa y aprende. Trasmisión oral de vivencias. Sentimientos en la atmósfera. Esas son sus raíces, ese es su pueblo. 
Se vuelve a celebrar la “fiesta del ramo”. Procesión por las calles otra vez. Falta la virgen de Nuestra Señora de la Antigua en sus andas, con su Niño Jesús y la rosa blanca, encabezando la comitiva. Ella también marchó, se la llevaron al museo catedralicio del Burgo de Osma. El mayordomo, el mozo del ramo, sujeta con fuerza la copa del árbol decorada con esmero. Le sigue la móndida con “el cesto” en equilibrio sobre la cabeza. Misa en la explanada. La iglesia no resistió el paso del tiempo. Y una Salve rociera para terminar.   

Baile, vermut y juegos. Comida de fraternidad y animadas charlas. Anécdotas del pasado, vivencias de reencuentro. Un hola, un día y un hasta el año que viene.
Dos placas. Letras grabadas en barro cocido para el recuerdo, en la pared el cementerio. Allí donde descansan las ilusiones de los que se fueron. Anhelos y esperanzas del pasado.
Una de ellas firmada por un seudónimo: “L. Arévaco” (Julio Herrero Ulecia) y nombre: Artemio del Valle. Amistad valorada y plena disposición que se debe agradecer. Palabras, sentimientos y poesía. 

En la otra recuerdo y honra a los antepasados. Palabras no de personas, son nombres de familias, apellidos. No están todos los que fueron, pero están los últimos que allí vivieron.  
“La asociación de antiguos moradores de Valdelavilla, en memoria de sus antepasados, familias: Benito, del Barrio, Herrero, Jiménez, Lasanta, Martinez, Ramos y Sáenz”.
“tierras pobres, tierras tristes, / tan tristes que tienen alma”. A. Machado.

En los altos, icnitas de dinosaurios -yacimiento del Valle de Valdelalosa-, duras tierras, áridas y frías. En la hondonada el pueblo -Valdelavilla-, con un clima más favorable. “En Valdelavilla todos huertos”, dice la epístola satírica y algún frutal, resistiendo el paso del tiempo.
Casas de piedra, bellas construcciones en las ignoradas Tierras Altas de Soria. Menos de treinta edificios entre casas y majadas. Un horno comunal, su iglesia parroquial, la escuela, una fuente, pilón y abrevadero, todos pequeños como el pueblo.
Minifundio de bancales, surcos de arado romano y vertedera. Una lucha continua contra la naturaleza agreste, para sacarle fruto con sudor. Mulas, caballos y jumentos.
“Labrador, antes sin orejas, que sin ovejas”. Ganaderos de churras. Unas pocas cabezas por vecino y “piara” también en común. Agricultores-ganaderos trabajando de sol a sol. 
A mediados del siglo XVIII era aldea y jurisdicción de la villa de San Pedro Manrique en el sexmo de Carrascales, dentro de la comunidad de Villa y Tierra. Cuatrocientas veinte ovejas churras propias de los doce vecinos agricultores, que habitaban en el pueblo. Y una emigración cíclica, unas pocas cabezas trashumantes, cuando la lana de las merinas era oro. Aparcerías como las de Diego Blanco, veintiocho ovejas y ocho carneros, las tiene con las de don Juan Manuel de Cereceda, vecino de la villa de San Pedro Manrique, las de Joaquín Medel, dieciocho ovejas finas, que las tiene con las de Felipe del Rio de Valtajeros o las de Pedro Martinez, doce ovejas finas, que las tiene con las de Diego Jiménez vecino de Sarnago.
Y su tesoro, la dehesa de encinas de los propios. La riqueza del común. De secano, con una superficie de unas 96 yugadas y tres cuartas. Veinte hectáreas de todos los vecinos. Alguna colmena diseminada, caza en ocasiones furtiva, leña para la cocina baja, pastos para las caballerías y arrendada anualmente para el ganado mesteño.
Luego le agregaron al Ayuntamiento de Matasejún, fue su barrio o pedanía. Otra emigración temporal, pero ahora de personas y en tiempo más reciente. Los cabezas de familia a la vendimia o a trujales. Recolectores de uvas y “cagarraches” de olivas. Jornales de esfuerzo para así poder sobrevivir.
La lucha y el sacrificio del pueblo por y para su pueblo. Eras empedradas y una trilladora comunal, un adelanto beneficioso para todos los vecinos.  La educación lo primero.  Una escuela rural de nueva planta fue inaugurada en el curso 1925-26 solo para los hijos del pueblo.
El mismo año que se inauguró la del vecino pueblo de El Vallejo, sus niños ya no tendrán que recorrer el camino hasta el valle de la villa. Edificio construido con el sacrificio del vecindario. El alcalde, Romualdo Jiménez en 1934 cuando enumeraba las necesidades del pueblo lo decía:“Una de ellas era la construcción de una casa habitación para el maestro, dándose el caso de que aún hay personas que están pagando el interés del dinero buscado para contribuir al reparto señalado, y no puede el pueblo, materialmente agobiado, hacerla por su cuenta propia”.
Tal vez influyó para la construcción de una nueva, el recuerdo de aquellos que prosperaron. El de “un joven de Valdelavilla, pueblo al que parece hasta llegar con trabajo la luz del sol, que con la mayor constancia andaba cada día más de dos leguas de pésimo camino, para recibir las lecciones de un modesto profesor y que posteriormente encontró en América la natural recompensa adquiriendo una muy ventajosa posición social, … “(Noticiero de mayo de 1901).
La mesa del maestro, la pizarra negra con letras blancas, pupitres para dos con tinteros y letras con plumilla y pizarrín. Aros con varilla deslizándose por la cuesta y sonidos de canciones infantiles repetidas.
Y nuevos alumnos que se incorporan del cercano pueblo de Torretarrancho. Era el año 1927 “Varios vecinos de Torretarrancho, ayuntamiento de Valtajeros, solicitan que aquel pueblo se separe del distrito escolar de Valtajeros, por hallarse la escuela a tres kilómetros, con mal camino y se agregue a Valdelavilla, de cuya escuela dista solamente kilómetro y medio, de fácil transito”. Hoy de la Torre, como le llaman los de la zona, ya solo queda el recuerdo en la memoria y piedras caídas.
Proyectos de progreso e ilusión del pueblo y para el pueblo. Era la década de los treinta: una casa para el maestro y la construcción de un camino vecinal, que enlace con la carretera de Matalebreras a San Pedro.
Escuela de la República. Enciclopedia con todas las materias, un mapa de España colgado y el mundo en una esfera. Maestros interinos y juegos infantiles, peonzas rodando, escondite y bote.
Década de los cincuenta, años de mejoras e ilusión. La luz eléctrica que llegó en octubre del 1952, al teléfono y la televisión en blanco y negro no les dio tiempo. En 1957 otro anhelo cumplido, el abastecimiento de agua para la fuente, lavadero y abrevadero, a las casas nunca llegó. Su inauguración fue un hito importante para el pueblo. La visita del Gobernador Civil y el discurso escuchado del alcalde, palabras de Julián Lasanta Ramos.

Pendientes quedaban las calles y el camino vecinal contra el aislamiento. El camino nuevo, más esfuerzos y sacrificios. En el año de 1958 ya está construido. Curvas entre encinas hasta juntarse con la carretera de Castilruiz. Hacenderas de vecinos.
Nueva escuela se construye en los primeros años de la década de los sesenta, en esta ocasión se dispensa al pueblo de la aportación reglamentaria para la construcción por el Estado de sus edificios escolares, por haber probado sus escasas disponibilidades económicas.
Escuela rural de la posguerra. Crucifijo colgado, la hucha de la Santa Infancia y el catecismo de la fe impuesta. Tiempos de religión y curas con poder. El maestro interino, que no fue depurado. En el recreo voces infantiles, voces infantiles. En el pupitre la enciclopedia y el cuaderno del adoctrinamiento. Caligrafía y ortografía. Dictados y problemas. Intercalados entre ellos: “los Santos y los difuntos”, “El Evangelio”, “Nacimiento de Nuestro Señor Jesús”, “Fiesta de Cristo Rey”, “Miércoles de ceniza”, “Semana Santa” … “La campaña de Huesca”, “Defensores de Teruel”, “El sitio al Alcázar de Toledo”, “Aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera”, …
Eran los años sesenta del siglo que nos dejó, catorce familias y unos cuarenta habitantes allí vivían.
Un Decreto nº 3251/67 de 7 de diciembre, «Repoblación obligatoria» de la zona afectada, necesidad y urgencia de ocupación y la utilidad pública de la misma. Denominada «Valdelavilla», con trescientas sesenta y dos hectáreas y noventa áreas, del término municipal de Matasejún, en su anejo Valdelavilla. Se crearán pastizales mejorados, noventa y nueve hectáreas en el subperímetro de Valdelavilla>. Comenzaba el año de 1968, comenzaba el final.
Y llegó la emigración. La última maestra y los últimos pupitres ocupados. Tres alumnos, era el curso de 1967/68. El sonido de la llave cerrando la escuela, silencio de voces infantiles y recuerdos en la memoria.
Poco después en el año 1968 quedó deshabitado el pueblo. Por la carretera del esfuerzo, ascendieron los enseres de la última familia. Antes se oyó el sonido grave de la llave cerrando la puerta. Desde el alto volvió la vista a su pueblo, al de sus ancestros, a sus raíces. Sacó el moquero nuevo y seco las lágrimas que lentamente resbalaban entre los surcos de su cara.

Allí quedó su iglesia parroquial, bajo la advocación de Nuestra Señora de La Antigua. El cementerio, donde descansan los cuerpos de la fe entre cruces de hierro. El horno de pan y el olor a hogazas recién cocidas. El agua corriendo desde la fuente al abrevadero y al lavadero. Las casas cerradas y las vidas forzadas a una emigración definitiva. Familias de apellido: Benito, del Barrio, Herrero, Jiménez, Lasanta, Martinez, Ramos y Sáenz.
Puertas que se cerraron y puertas que se abrirán, pero eso será en una próxima entrada.