De los casi cinco meses que duró la guerra de Melilla del año 1909 (julio-noviembre), la primera parte se desarrolló a lo largo del mes de julio y fue la más sangrienta. El primer combate importante se produce el día 18 de julio, cuando las cabilas atacaron las posiciones españolas más alejadas de Melilla, las de Sidi Amet y Sidi Alí. El día 23 de julio se desarrolla la contraofensiva española sobre Ait Aixa, en la operación hubo trescientas bajas entre muertos, heridos y desaparecidos.
Pero el mayor desastre de la campaña se produciría a lo largo del día 27 de julio. En la noche del 26 al 27 de Julio, los rifeños consiguieron destruir casi trescientos metros de la línea férrea ya construida. Su reparación y la necesidad de enviar agua y provisiones a las posiciones avanzadas, motivó que desde Melilla saliera un convoy para dichos fines. Lo formaban dos columnas, una de protección al mando de los coroneles Fernández Cuerda e Ignacio Axó y otra que debía de apoderarse de algunas lomas del Gurugú, desde donde atacaban a los convoyes, al mando del general Guillermo Pintos Ledesma. Muertos, heridos y desaparecidos.
En la retirada, una vez cumplida la misión, la columna del general Pintos se desvió del itinerario previsto. Fue a internarse en el Barranco del Lobo donde fue atacada por las cabilas, desde las dos laderas, quedando prácticamente aniquilada. Las bajas fueron numerosas: 17 jefes y oficiales, además del propio general Pintos, 136 hombres de tropa y soldados muertos; 35 jefes y oficiales, 564 hombres de tropa y soldados heridos. Total: 752 bajas.
Batallones como el de Figueras y Las Navas (de la Brigada Mixta de Madrid), con compañías que acababan de llegar de la península a Melilla fueron enviadas al combate. Soldados cansados por el largo viaje, sin haber recibido entrenamiento y en un terreno desconocido, eran enviarlos a una muerte anunciada.
Esta derrota militar se conoce como el desastre del Barranco del Lobo. Censura previa férrea y noticias filtradas. El Telegrama oficial lo reflejaba en estos términos. Melilla a las 23 horas y 15 minutos, del Gobernador militar al Ministro de Guerra, Melilla: “... La brigada del general (Pintos) en su brioso avance se apoderó de posiciones necesarias, sosteniéndose en ellas todo el día hasta que de vuelta del convoy, dispuso el repliegue a nuestros campamentos. Repliegue hecho con toda precisión y serenidad por parte de la tropa.
El combate ha sido duro y tenaz por parte de los moros, rechazándolos varias veces por fuegos en descarga y fuego de artillería de querer avanzar hasta nosotros.
Nuestras bajas han sido numerosas y sensibles. General Pintos ha muerto gloriosamente al frente de su brigada y al frente de sus batallones. También han caído muertos los jefes de las Navas y Arapiles. Las bajas entre muertos y heridos, de oficiales y tropa, comprobadas hasta ahora, pasan de 200.
El enemigo, como antes digo, debe haberlas sufrido mayores. Se le han hecho varias veces fuego al descubierto”.
Muertos, heridos y desaparecidos. Mucha sangre derramada, de rifeños y de españoles.
En el camino, que conduce a la mezquita, montones de piedras colocadas por los que a ella fueron al rezo del Corán. Tierra removida y hoyo cavado, orientado hacia la Meca. Sobre las parihuelas envuelto en el sudario, va el cuerpo. La comitiva le sigue. Un cántaro con agua y comida le llevan. En el hoyo lo depositan y a los lados sus ofrendas. De rodillas comienzan los rezos, las preguntas en alto sin respuestas ¿Por qué nos tuviste que abandonar?. La tierra va cayendo sobre el muerto, mientras las mujeres a su alrededor gritan al aire. Es una llamada al alma del que allí han enterrado, por si pueden hacer que vuelva, antes de que llegue al reino de Alá. Colocan una losa sepulcral sobre la tierra removida y en silencio se alejan.
Hallazgo de los cadáveres.
Una carta desde Melilla llega al pueblo soriano de Bayubas de Abajo. El remitente es el soldado Benito Bañuelos, el destinatario su padre, ya mayor. Está escrita el 29 de septiembre de 1909, con noticias para tranquilizar a padres, tíos y primos. La familia la comparte con Bernabé Merino la Torre, cura párroco del pueblo. Con la aquiescencia de la familia, el sacerdote decide hacerla pública a través de la prensa escrita. El 14 de octubre se la remite a Pascual P. Rioja y en el periódico El Noticiero de Soria del día 16 se publica. El resto de la prensa provincial también se hace eco de la noticia.
“... Encontrándonos cuarenta soldados de mi compañía, un oficial y un sargento de destacamento en la primera caseta desde el 22 al 30 del actual, llegó el 27, en el cual hacía dos meses que la brigada Madrid tuvo por aquellos sitios tantas bajas por intentar subir al Gurugú”. …
“Después de haber cogido la fruta que quisimos para nosotros y los compañeros, yo, en vista de que no nos tiraba el enemigo y deseoso de saber lo que por allí había, subí más arriba, y ya llevaba un trozo apartado de mis compañeros, cuando me vino un olor insoportable.
¡Qué horror! Me veo tres soldados muertos; seguí, y me vi rodeado de cadáveres. Allí me verían ustedes. Cuanto más me quería retirar, más encontraba; conté hasta ciento. Bajé más abajo y encontré un capitán muerto; pues este señor creíamos que lo tenían prisionero los moros, y resultó que en el combate de dicho día murió con todos los demás.
Yo, con el corazón palpitante y lleno de terror al verme solo entre aquel cuadro desconsolador, saque las tijeras del bolsillo y quité las estrellas de la manga del capitán, que estaban medio podridas; se las presenté al oficial (bajé las estrellas con el fin de que no creyesen fuera mentira lo que había visto) lo cual cuando me vio que bajaba las estrellas, y yo asustado, me dijo: ¿Qué sucede?
Todos me rodearon por ver lo que decía de cuanto había visto.
Llevaron las estrellas al Teniente Coronel y le expliqué todo lo sucedido, y al momento llamó al ayudante y oficiales para ir a ver el lugar en que yo estuve. Fuimos al sitio en que tantas víctimas había; llegamos y al ver aquel cuadro tan triste, todos los oficiales y soldados echamos a llorar (yo iba delante).
Un oficial de sanidad iba contándolos, y llegó hasta doscientos cadáveres, que hacía dos meses que allí habían dejado su sangre por la defensa de su nación; muchos de ellos estaban quemados, pisoteados y desechos sus cuerpos a pedradas. Ayer y hoy los están recogiendo”.
Cadáveres de los oficiales y soldados, muertos heroicamente en el combate. Cuerpos mutilados e insepultos que fueron recogidos al día siguiente y trasladados con los debidos honores al cementerio de Melilla.
Benito Bañuelos. |
Benito Bañuelos Molina era hermano de mi bisabuelo.
ResponderEliminarDesconocía esta historia.
Sólo sé que emigró a Barcelona en los años veinte del siglo pasado
Muchas gracias por el comentario. Había intentado obtener información sobre Benito en Bayubas de Abajo. Tanto a estos soldados de la Guerra de Melilla de 1909, como los que lo hicieron en la guerra del Rif a partir de 1921, convivieron con horror vivido. La guerra tuvo que marcarles para siempre, aunque curiosamente, al menos por lo que yo conozco, no lo trasmitieron a sus familiares. Si deseas que te amplié información envíame mensaje a través de contacto del blog.
EliminarGracias Cándido.
ResponderEliminarPues sí, te agradecería que si tienes más información sobre los hechos en que intervino Benito Bañuelos me la enviaras.
Un saludo
L. Bañuelos envíame un correo a mi Gmail para así saber el tuyo y enviártelo. Mi correo es [email protected]
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