Oncala (Soria). Juan Francisco Ximénez del Río. Generoso filántropo (I).

(JCyL). Museo Numantino de Soria. Foto: Alejandro Plaza.
Desde Soria ascendemos hasta llegar a el puerto de Oncala, mil cuatrocientos cincuenta y cuatro metros, ya estamos en la sierra soriana. Antigua casa de camineros y en la ladera, pequeñas casetas camufladas, puestos de espera de palomas migratorias. Cerca, la larga Cañada Real Oriental, camino de otras migraciones a "extremos", la triste despedida y rebaños de merinas guiados en busca de los pastos del sur. "Mis amores son pastores, que pasan el puerto mañana; ¡quién fuera cantinerita del puerto de Oncala". El Cayo nevado, aguas hacia el Ebro. Sacrificada forma de vida durante muchos siglos.
La alegría del reencuentro, tierra de buenos pastos de verano. Careos de merinas en las faldas de la sierra y diminutas piezas agrícolas del esfuerzo. 
La dehesa boyal, pastos, robles y acebal protector; y el dulero. Caseta de piedra "el chozo" la espera, "la exclusiva" el viejo autobús con boinas y juventud formándose. Esos ríos que irremediablemente se alejan de su nacimiento. Aerogeneradores ahora, la riqueza del viento.
Piedras esparcidas, agricultura de barbecho y subsistencia. Piedras planas, losas de salegar. Piedras caídas, restos de la ermita "el Caserón de la Virgen", virgen del Espino, virgen negra, santero, devoción y procesión. Piedras tapadas al lado de la carretera, vida en otros tiempos, y a lo lejos las piedras labradas de la torre de la iglesia.
Y en el valle junto al río Mayor, allí está Oncala.
Y allí nació Juan Francisco Ximénez del Río, era un 26 de mayo de 1736. Tres nombres le pusieron Juan, Francisco y José. Hijo legítimo de Juan José Jiménez y de Josefa Mayne Crespo, de este lugar y natural el dicho Juan del lugar de los Campos, jurisdicción de Yanguas, y a la dicha Josefa, del lugar de Villaseca, de la misma jurisdicción. En mayo, como muchos nacimientos en la sierra de padres trashumantes, nueve meses después de la estancia en los pastos de verano. El mayor de los hermanos para la iglesia. Quizás zagal trashumante, con el rebaño de su padre durante algunos años, y luego una vida de pastor de almas.
Estudia en las universidades de Zaragoza y Valladolid. A la ciudad castellana llega con 26 años, reside en el Colegio Mayor de Santa Cruz con una beca teológica del licenciado Vallejo, donde ya le apodaron "el teólogo". En mayo de 1763 ganó Canonjía Magistral de la Santa Iglesia de Segovia, después canónigo también en la Santa Iglesia Primada de la de Toledo, donde estuvo nueve años. Regresó a Segovia, pero ya como obispo, «D. D. JOANNES FRANCISCUS XIMENEZ D. G. EPICOP. SEGOVIENSIS», ejerciendo el gobierno ordinario de la diócesis, siendo nombrado para el cargo el 14 de febrero de 1785 y permaneciendo en él hasta el 18 de diciembre de 1795, en que es trasladado a Valencia. Toma posesión como arzobispo de la Santa Iglesia Metropolitana de Valencia el 28 de febrero de 1.796, «+ JOANNES FRANCISCUS XIMENEZ DEL RIO D. G. ARHIEP VALENTINUS», ejerciendo hasta la fecha de su muerte por apoplejía. Falleció en Valencia el 1 de abril de 1800 y fue sepultado en la Vía Sacra de la Catedral de Valencia. Capilla de San Dionisio y Santa Margarita, en el suelo, está su lápida sepulcral.

Mientras que de su escudo episcopal colgaban primero seis borlas y luego diez, construyó, para él y los suyos, una casa palacio. La amueblo lujosamente, es conocida como la "casa del Arzobispo". Villa Francisca y madera noble de nogal, únicos testigos del paso del tiempo.



En ella estuvo colgado su  retrato, pintado por Vicente López Portaña, reconocible por el bulto que poseía en la barbilla. Tiempos de posguerra, década de los cuarenta y anticuario entendido, pesetas a cambio de lienzo.
Generoso filántropo en los lugares donde ejerció. Se distinguió por el amor a sus semejantes y por sus obras en bien de la comunidad. Sotana roja, báculo y mitra. Benefactor con recursos. Rentas de la Mitra, fundamentalmente de los frutos decimales, diezmos del grano, corderos, lana, azafrán, aceite, vino, etc.
Nos centraremos en el lugar que le vio nacer, Oncala. El pueblo de residencia de sus padres y  hermanos. Podríamos hablar de la obra del arzobispo. Las dos últimas décadas del siglo XVIII, pastores-agricultores de la sierra reconvertidos en peones de la construcción.
Financió la construcción de una ermita cercana a su casa-palacio, advocada a Nuestra Señora del Pilar. Tallado en el arco de acceso, figura la fecha de su construcción, era el año de 1791. Tenía gran devoción por las Ánimas del Purgatorio y a la Virgen María, quizás por haber nacido en mayo, su mes. Estando en Zaragoza, como profesor de teología en la Universidad, hacia visitas diarias a María Santísima en el templo del Pilar. La decoró con tapices flamencos, tapices que se vendieron para la reparación de la misma. Francisco de Goenaga compra toda clase de objetos antiguos con especialidad tapices, bordados, escritorios y cuadros al óleo. En 1876 se venden cinco tapices y medio, el precio unos 8.000 reales.

El vía crucis del arzobispo, la vía sacra por él costeada. Devoción y camino de Jesús hacía la cruz, quince estaciones que forman el calvario. Cruces de hierro en el recorrido desde la Iglesia de San Millán hasta la Ermita de la Virgen del Pilar.


Sufragó la construcción de un puente sobre el barranco y un pequeño riachuelo, el Cayo, cuyas aguas van al río Mayor. Ríos que van a dar al mar. Puente sólido, de piedras sin argamasa, que une los dos barrios. El barrio de Abajo o "barrio Grande" y el barrio Alto o "barrio La Revilla".

En una próxima entrada hablaré de su obra más importante, la iglesia de San Millán y su mayor tesoro. Los tapices, diez paños de la escuela flamenca, realizados en el siglo XVII.



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