Ciudad de Soria. Paseo por la dehesa.

Grata sorpresa cuando un enamorado de esta provincia te hace una visita. Podías preparar  una ruta por la ciudad, es su sugerencia. Con la mejor de las intenciones la preparé, es  otra ruta turística por Soria. Un paseo por la ciudad del románico, por la ciudad del romanticismo, por una ciudad para las personas. 
El punto de encuentro es la puerta de la dehesa. Dehesa boyal de San Andrés y desde 1905 Alameda de Cervantes, tercer centenario de la primera publicación de El Quijote. Pulmón verde de la ciudad. Nos fijamos en las piedras de sillería y en la verja de hierro forjado construida en 1958 para cercarla.
Caminamos por el exterior, subimos por el moderno paseo del Espolón. Paseo recuperado para el peatón y subterráneo para los vehículos. Plataneros, olas verdes, olivos, y hiedra trepadora en tierra de trigo, pinos y merinas. Llegamos hasta esa rotonda de nueva construcción, en el centro agua y luz, fuente reubicada.
¡A mí me gusta! en voz alta dice mi acompañante, esperando una respuesta. A mí también, le contesto. Visión de futuro Carlos, pero ya se sabes sobre gustos, los colores.
A la derecha hemos dejado correos y el museo de construcción altruista, don Ramón Benito Aceña. Museo Numantino, nombre invariable como condición. Objetos que son historia, historias que son sentimientos. Cultura gratuita en fin de semana y precios módicos otros días.  

Paseamos por el interior. Colección de flora diversa, paseos y jardines, alto de la dehesa con su amplia pradera, rosaleda perfumada. Caminantes haciendo camino, camino que han de volver a pisar. Voces infantiles, juegos, alegría y diversión en columpios. Futuro incierto, generación formada y preparada. Sorianos por España, sorianos por el mundo. Globalización y éxodo. Ropa deportiva por afición y bancos ocupados. Bancos ocupados por nuestros mayores.

Palomas, y ardillas que corretean y comen en manos temblorosas. Sabiduría y experiencia a las que damos la espalda.  
Árbol de la música con su templete rodeando al joven castaño de indias.
La grafiosis acabó con el viejo olmo. No hubo otro milagro de la primavera. Talado en el año 1988 sus restos cuelgan en llaveros de nostálgicos. La banda municipal, la banda municipal. Sonidos en el aire de jotas, pasodobles y sanjuaneras. A escasos metros los bustos de sus autores, homenaje merecido, don Francisco García Muñoz y don Jesús Hernández de la Iglesia.
Ermita de Nuestra Señora de la Soledad, ampliada en el siglo XVI por la rica familia de los Ríos, ondas de agua y flores de lis, escudo heráldico, rebaños trashumantes y lana merina, condes de Gómara y señores de la villa de Almenar. Santo Cristo del Humilladero, cofradía de la Vera Cruz, fosa común de ajusticiados y ejecutados. 

Más bancos blancos  y garrotillos. Sociabilidad en función de la edad. Conversaciones en las que los interlocutores lo han vivido y conocido. Pero el tiempo es el tiempo. 
Y el tercer busto, el de don Maríano Granados.
La Fuente de los tres caños y el fiel mastín en el espacio usurpado al estanque y la dama.

La Fuente del Niño, donde las palomas sacian su sed.
Petanca y tanguilla al abrigo de la cerca, ocio de nuestros mayores. Soria ciudad de mayores.

Espectadores ensimismados, hasta que se escucha el sonido de las campanas de San Francisco. Un alto en el camino. Del cerdo hasta los andares, torreznos nos esperan.

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